Reindustrialización


Tras varios años en los que nos hemos cansado de escuchar la palabra deslocalización y acusar a China como el origen de todos nuestros males parece que la tendencia empieza a cambiar: los costes en el gigante asiático han empezado a subir por diferentes razones (el desarrollo de la clase media, los derechos laborales y los mayores controles medioambientales que exigen hoy las autoridades chinas, entre otros) y también influye que el alza de los combustibles encarece el transporte.

De esta manera, si antes fabricar en China podía ser un 30% más barato hoy ya se aproxima simplemente a un 10%. Es una diferencia que ya se puede ver compensada por otros factores. Por ejemplo, fabricando en España se consigue mayor flexibilidad, algo muy interesante en tiempos actuales donde interesa trabajar bajo pedido o con cada vez menos stocks. Además, aprovisionarse desde China exige mover grandes volúmenes y pagar por anticipado, en cambio si la fabricación es nacional se puede servir poco a poco e ir pagando al mismo ritmo. Claro, que como todo, según empresas y sectores, tenemos diferentes lecturas.

La reindustrialización se está convirtiendo en uno de los objetivos de los diferentes gobiernos ya no solo de España sino también de otros países de la Unión Europea que ha situado como prioridad estratégica incrementar el peso de la industria del 15% del PIB actual al 20% en 2020 (en España se ha ido perdiendo peso aceleradamente desde el 35% de 1970 hasta ese 15%).

Los bienes industriales son mucho más exportables que los servicios y si algo tenemos claro todos es que uno de los principales recursos para salir de la crisis es la exportación y la internacionalización.

Antes del euro, para favorecer le exportación se depreciaba la peseta. Hoy en día al no poder producirse este ajuste, la competitividad se está recuperando con una lenta y dolorosa devaluación interna a través de la reducción de costes laborales. Pero se necesitan también otras medidas si de verdad se quiere estimular la actividad industrial: rebajar las cotizaciones, unificar políticas y legislaciones en las diferentes comunidades autónomas y conseguir unos costes energéticos realmente competitivos (esto es un debate aparte).

Pero sin duda alguna España debe tener muy claro que ya no va a competir nunca por costes y que la mejor política industrial es la apuesta clara por la inversión en I+D , el emprendimiento y la innovación. Este es el gran reto que tenemos como país.